Imperio Otomano. Decadencia, parte I (1566-1789) (3)


El texto está extraído ítegramente de la wikipedia (en español y turco).


La decadencia otomana comenzó después de la muerte de Solimán el Magnífico, en 1566. Éste, durante su reinado, reestableció el poder del Gran Visir y fue generoso con los jenízaros permitiéndoles casarse. Desarrolló una considerable actividad legisladora que se centró principalmente en la organización del ejército, el feudalismo militar, la propiedad territorial y el sistema tributario. También llevó a cabo personalmente varias campañas militares. La más famosa fue el asedio de Viena en 1529, en la que fracasó. Durante su reinado, el estado otomano alcanzó su máximo grado de desarrollo civil. Reunió la legislación en el Kanunname y le concedió las Capitulaciones a Francia en 1535, lo que se considera una de las causas de la decadencia otomana posterior. Así mismo, le concedió mucha importancia a las artes y embelleció considerablemente Estambul.

A partir de aquí, una serie de gobernantes ineptos hicieron florecer las intrigas de palacio, hasta que la acción combinada del sultán Murad IV (o Amurates IV) y de la Casa de Koprulu motivó una intensa reforma administrativa. Sin embargo, el Imperio Otomano sufrió un serio revés cuando comprometió todos sus recursos en un nuevo asalto a Viena, que fracasó en 1683 gracias a la tenaz resistencia de los austriacos. El Estado otomano era una máquina militar conducida entre el 1300 y 1566 por una serie de diez monarcas fuera de lo común. La gran habilidad y la fuerza demostrada por los sultanes a partir de Osman (m.1326) a Suleyman (m.1566) son el resultado de dos tradiciones: dar a los jóvenes príncipes otomanos responsabilidades y permitir la sucesión de acuerdo con el principio de «la supervivencia del más fuerte». Igualmente notable es la serie de monarcas incompetentes que acompañaron y contribuyeron al gradual declive del Imperio Otomano. La ascensión de estos monarcas incompetentes, frecuentes durante el siglo XVI, se atribuye al cambio de estas dos tradiciones. Después de Ahmed I (m.1617) no se les volvió a dar a los príncipes puestos de responsabilidad; por el contrario, fueron confinados en el harem, a la sombra de los lujos y la soledad más que de la experiencia y el reto. Al mismo tiempo la costumbre del fratricidio fue abandonada y el principio de la «supervivencia del más fuerte» se cambió por el de que el sucesor era el miembro varón de más edad de la familia real otomana, el que salía vencedor de las maniobras del devşirme y el harem.

Todos estos cambios se arrastraban desde el reinado de Suleyman, que, cansado de las largas campañas militares y de los arduos deberes de la administración civil centrados en su persona, hizo todo lo que pudo por apartarse de los asuntos públicos y dedicarse a los placeres de harem. Para ocupar su lugar, el puesto de gran visir, ocupado entonces por su amigo Damad Ibrahim Paşa, fue reforzado en cuanto a poder e ingresos, llegando incluso a tener el poder de pedir y obtener obediencia absoluta, privilegio hasta entonces reservado sólo al sultán. Éste fue el principio del fin, ya que el gran visir podía desempeñar todas las tareas del Gran Señor, excepto la de mantener la lealtad y unidad de todos los grupos del imperio.

La frecuente ascensión de monarcas incompetentes, junto con la acumulación de tíos y hermanos en el harem, condujo a numerosos intrigas de palacio, en gran parte promovidas por los dirigentes de la administración. Como los sultanes ya no podían controlar a este grupo, era inevitable que el devşirme controlara a los sultanes y usara la propia estructura del Imperio Otomano para su propio beneficio. La administración otomana basada en los esclavos, una vez eficiente y con un sistema de promociones para los más trabajadores y con más talento, se fragmentó en familias que se implicaban en los negocios más lucrativos. Estas familias a menudo trababan alianzas con líderes militares y con personas de influencia en el harén, normalmente las madres o esposas de los que ostentaban el poder, en la sombra o desde el trono. Los historiadores otomanos llaman a esa época el «Sultanato de las mujeres», que se sigue del «Sultanato de los Agas», el tiempo durante el cual el cuerpo de los jenízaros empezó a intervenir directamente en la política. De esta manera los sultanes empezaron a ser mascotas de la política y de los jefes militares. Lo poco que podían hacer los sultanes para tratar de extender su poder era enfrentar entre sí a las diferentes facciones para debilitar la figura del gran visir.


INFLUENCIA DE EUROPA
Entre las muchas causas de la crisis otomana, también se encuentra el desarrollo económico exterior. Durante el periodo entre 1300 y 1566 el Imperio Otomano no era tan sólo poderoso, sino también próspero, como se prueba en el superávit anual que se producía en sus arcas. El imperio era más o menos económicamente autosuficiente, producía alimentos aparentemente ilimitados, y materia prima en abundancia que los artesanos autóctonos usaban en la fabricación de productos para el consumo propio y la exportación. Gracias al control que mantenía el imperio en tres continentes y varios mares también se producían ingresos considerables gracias al transporte, sobre todo en la ruta de las especias y la seda, desde el noroeste atravesando Oriente Medio hasta el sur de Asia. El declive económico del Imperio Otomano después de 1566 era, al principio, solo relativo comparado con lo que estaba ocurriendo en el oeste de Europa, donde se produjo una revolución industrial y comercial entre los siglos XV y XVIII que transformó la economía feudal europea, haciendo que los anticuados gremios desaparecieran de Europa.

Como casi todas las zonas en desarrollo del medievo, el Imperio Otomano no experimentó esta revolución. Por el contrario, sus instituciones industriales y comerciales no se movieron más allá de sus técnicas manuales y la organización gremial, por lo que no podían competir con las exportaciones europeas. Aunque pintoresco, los trabajos tradicionales y los bazares se probaron cada vez más arcaicos e ineficientes, comparados con las fabricas modernas y las compañías comerciales. Con el paso del tiempo, el capitalismo dinámico de Occidente no solo hacía parecer más atrasada a la economía, sino que realmente la transformó y la debilitó. La firma del tratado de las Capitulaciones, hecha por Suleyman en 1535, dio a los franceses el derecho de comerciar sin trabas dentro de los dominios otomanos. Aunque este tratado no se hizo desde una posición de debilidad, ésta se fraguó en el siglo siguiente, cuando el Imperio Otomano se encontró en una posición inferior en comparación con Europa occidental. Además, una inflación en rápido aumento, que se inició en Europa con el flujo de metales preciosos provenientes de América, trastornó la economía del Imperio. Posteriormente, las factorías occidentales introducían sus productos fabricados en masa a los territorios otomanos, dejando sin vender su propia producción artesanal e iniciando el proceso que arruinaría la economía otomana desde 1750 hasta 1850 y que casi destruyó por completo las manufacturas, sobre todo las textiles. El Imperio Otomano era incapaz del seguir el ritmo de crecimiento económico ni de enfrentarse con la alta inflación europea.

Durante este mismo periodo holandeses e ingleses consiguieron clausurar completamente la antigua ruta del comercio internacional que atravesaba el Oriente Próximo y, consecuentemente, decayeron los ingresos del Imperio Otomano y la prosperidad de sus provincias árabes. Ya hacia la mitad del siglo XVII el Imperio Otomano, una vez próspero, estaba bajo una enorme presión económica, como prueba el déficit anual en las arcas del estado.

El Imperio Otomano no pudo mantener el ritmo de Europa en otros muchos aspectos. Por ejemplo el capitalismo evolucionó acompañado del desarrollo de nuevas instituciones políticas, método científicos y tecnología militar. Quizá la innovación más importante en Europa después del Renacimiento fue la aparición de la idea deEstado como nación, una unidad política que gradualmente se convirtió en el centro de la identificación nacional de un pueblo y su lealtad a la nación. El Imperio Otomano, por el contrario, nunca fue una unidad político y cultural con cohesión durante el periodo de 1600 a 1850, sino que siguió siendo un conglomerado de distintas religiones y etnias. La identidad propia y la lealtad estaban concebidas en un margen más estrecho: la familia o la millet.

Las instituciones educativas y científicas europeas, revitalizadas en el Renacimiento, fueron superando a las de los otomanos, atascadas en una rutina de imitación y falta de crítica. La «revolución científica» en Europa no solo llevó al desarrollo de nuevas infraestructuras completamente nuevas, sino que también trajo un cambio en el armamento y en las técnicas de hacer la guerra. Sólo un grupo muy reducido de pensadores en el Imperio Otomano se dio cuenta de que su civilización se estaba quedando a la zaga del desarrollo económico con respecto a Occidente, tanto en las innovaciones militares como en las instituciones políticas y económicas.

El surgimiento de Estados fuertes económica y políticamente en Europa se sumó a un factor de mucha relevancia a la hora de la caída otomana. El imperio era una maquina militar que funcionaba a base de guerras cortas y victoriosas que permitían la expansión territorial, su fuente de prosperidad. Cuando los otomanos se empezaron a encontrar con ejércitos mejor preparados y con armas desconocidas, el imperio llegó a sus límites de expansión y empezaron a retroceder. Fue en el siglo XVII cuando el Imperio Otomano empezó a perder territorios a un ritmo constante en Austria, Rusia y en otros poderes europeos expansionistas, territorios que eran perdidos en largas e infructuosas guerras. Así fue como el Estado otomano no pudo seguir manteniendo su tesoro público a través de una máquina militar que consumía más que aportaba y que absorbió la mayor parte de los ingresos de los impuestos.


Partes del artículo:
  1. Origen y expansión (1071-1451)
  2. Conquista de Costantinopla (1451-1566)
  3. Decadencia, parte I (1566-1789)
  4. Decadencia, parte II (1566-1789)
  5. Reestablecimiento y reforma (1789-1909)
  6. Guerras Balcánicas y 1ª Guerra Mundial (1909-1918)
  7. Guerra de la Independecia de Turquía (1918-1924)

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